La bicicleta me ha transportado casi diariamente a Kakarvitta.
Un pedaleo lento para ir contemplando el paisaje : campos de arroz, plataciones de té, niños semidesnudos que corretean por el camino, otros que caminando se van a sus coles, lugareños y casi siempre mujeres, que en la lontananza trabajan cortando el arroz. Un paisaje natural que se mezcla con el humano, con sus sobrevivientes.
Uno de los dias, la bicicleta hube de dejarla aparcada y mis pies fueron el medio para el desplazamiento.
De regreso a casa, vi que venia una de las chicas del pueblo en su bicicleta. Se dirigia a Kakarvita.
Una niña con no más de 12 años, larga melena de un negro azabache, ojos grandes y sonrisa permanente.
Desde la lontananza se la veía sonreir. Nos paramos para saludarnos. Me dijo que se dirigia a la ciudad y que volvería pronto.
No queria que me cansara caminando y me propuso quedarme en ese punto, y que a la vuelta me llevaría en el porta de la bici. Casi se me sale el corazón de sentir tanta amabilidad de su parte.
Se lo agradecí inmensamente. Nos despedimos. Ella continuó con su lento pedaleo, y yo con un caminar en estado de flotación.
Debió tener problemas en Kakarvita, pues no nos encontramos.
Le agradecí eternamente su bonito detalle.
Me pidió que, para el año que viene la llevara una muñeca.
1 comentario:
Ya tengo comprador y compradora de una muñeca de regalo a esta simpática niña
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