miércoles, 15 de enero de 2014

PARVATI IN PARADISE

Una fría mañana de noviembre del 2013 me encontraba aprovechando los primeros rayos de sol, en el hospicio de Gokarna, para que mi cuerpo entrara en calor.
Estábamos el sol, yo  y Parvati,  que aterida de frío se acercaba a mí con un cubo vacío y con su chal cubriéndola la cabeza. Venía de tirar los desperdicios. No dimos los buenos días. La cogí su mano derecha. Parecía un témpano de hielo y decidí calentársela. Junto con la mía la metí en el bolsillo de mi chaqueta.
Poco a poco fue entrando en calor. Hice lo propio con la otra. Ambos nos sentimos contentos, ella por haber entrado en calor y yo por haber colaborado a dar vida a sus dedos.
Continuó su camino.
Parvati estaba convaleciente de una operación de corazón. Ya estaba recuperada, aunque una neumonía la había dejado muy débil. Había perdido mucho peso. Había dejado de ser la misma, aunque mantenía su dulce sonrisa.
De ella aprendí que hay que vivir con serenidad. Nunca la ví gritar. Tenía un tono de voz calmado. Trabajadora infatigable. Sabía que el sida se la podría llevar en cualquier momento, pero la resignación oriental la allanaba el camino.
Jamás perdía la compostura.
En la mañana de ayer, día 13 de enero recibí una triste noticia.
Aprovechando las vacaciones de invierno decidió ir a ver a su familia. Se fue con su hija. Estaba bien para desplazarse y así lo autorizaron los médicos.
La noche del día 10 cenó tranquilamente. Dio las buenas noches a todos y se fue a descansar. Pronto habría que regresar al hospicio de Gokarna.
A las 10,30 de la mañana, del día siguiente, su hija la fue a despertar. No hubo respuesta. Su débil corazón de detuvo en una fría noche de invierno.
Ya estará arropada por todos los ángeles del Himalaya,  descansando en paz.

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